William Brown, de 24 años, fumaba un cigarrillo electrónico cuando el aparato explotó, dañando su cara y llevándolo a una muerte prematura. La tragedia ocurrió en el estado de Texas, reabre el debate sobre el nivel de seguridad de dispositivos como ese, que emiten vapor de nicotina calentado por una batería común, como una alternativa al cigarrillo normal.
La explosión ocurrió en el estacionamiento de una tienda de productos relacionados con el humo, popularmente conocida como tabacalera. Según el propietario de la tienda “Smoke and Vape DZ”, Brown habría entrado en el establecimiento momentos antes, pidiendo ayuda sobre algún detalle en el funcionamiento de su cigarrillo electrónico. Como la tienda no trabaja con esa marca, salió sin comprar nada. Al percibir la explosión y la herida, el dueño de la tienda llamó a una ambulancia.
Llevado al hospital, el hombre fue sometido a diversos exámenes y se descubrió que el cigarrillo electrónico, o al menos lo que quedaba de él, estaba alojado en su garganta. Los médicos optaron por no divulgar detalles del caso de Brown, utilizando como justificación las leyes de privacidad de salud de Estados Unidos.
El equipo médico afirma que mantuvo contacto con la familia durante toda la atención, hasta el fallecimiento de Brown. En su certificado de defunción, la causa de muerte se describe como hernia e infarto cerebral, ya que las astillas del cigarrillo electrónico habrían rasgado su arteria carótida izquierda.
Bomba de reloj?
Los accidentes con los cigarrillos electrónicos son extremadamente comunes. La ironía está en el hecho de que a menudo se utilizan como alternativa a los cigarrillos comunes, que se consideran peligrosos para la salud, y de hecho lo son. Entre 2009 y 2016, se registraron 195 explosiones de cigarrillos electrónicos en Estados Unidos.
El cigarrillo electrónico funciona con una batería común que sirve para calentar un líquido, generando un vapor que es ingerido de la misma forma que en el cigarrillo común. El aparato puede ser letal incluso sin ser utilizado, como ocurrió en el estado estadounidense de Florida, en 2018, cuando un hombre dejó su cigarrillo electrónico sobre una mesa. La explosión arrojó una pieza del aparato directo en la cabeza del hombre, matándolo como una bala.
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