CIVILES UCRANIANOS SE ENTRENAN PARA LA GUERRA

Dmytro Dubas pensaba que su guerra había terminado. Ahora Estados Unidos advierte de una invasión rusa total de Ucrania y el veterano combatiente voluntario no puede ignorarlo.

“La semana pasada estaba bastante perturbado; incluso fui a mi psicólogo en busca de ayuda”, admite.

Durante meses, los aliados occidentales de Ucrania han señalado que las tropas rusas se están concentrando en la frontera. Eso ha llevado a los analistas militares en el extranjero a elaborar interminables mapas cubiertos de flechas que predicen con seguridad el avance de las tropas de Vladimir Putin sobre Kiev.

Los ucranianos que estarían en la línea directa de cualquier incursión de este tipo están mucho menos convencidos de que vaya a ocurrir.

Pero todos los rumores sobre la guerra son inquietantes.

“Rusia siempre puede trasladar tropas a la frontera en cuestión de días y luego invadirla, así que esta acumulación no es nada diferente”, argumenta Dmytro, en su piso de Kiev.

En 2014, cuando trabajaba en ventas, se unió a la avalancha de soldados voluntarios que acudían al este cuando estallaron los intensos combates contra las fuerzas respaldadas por Rusia. Desde 2015 hay un alto el fuego formal, pero se rompe con regularidad y la amenaza de una repentina escalada de la violencia está siempre presente.

Pero Dmytro había vuelto a la vida civil, guardando los recuerdos de su paso por las trincheras en una vieja caja de munición pintada y reconvertida en mesa de centro en su salón.

Ahora ha calmado sus nervios preparándose para el peor escenario posible: llenando su coche de combustible, comprando víveres de emergencia y apuntándose a las fuerzas de defensa del territorio para perfeccionar sus conocimientos.

Las agencias de inteligencia occidentales han atribuido a Vladimir Putin todo tipo de planes, incluido el asedio a Kiev. Los funcionarios ucranianos, desde el presidente Volodymyr Zelensky, han rechazado esa idea, para no sembrar el pánico.

Al mismo tiempo, las escuelas de la ciudad están practicando simulacros de amenaza de bomba o de ataque aéreo, las redes sociales están llenas de guías oficiales para preparar una “bolsa de emergencia” para la evacuación y la gente ha comenzado a trazar su ruta de escape, que en su mayoría implica conducir hacia el oeste tan rápido como puedan.

Incluso los jubilados se han unido a los ejercicios de fin de semana en los bosques de las afueras de Kiev, donde las ruinas de las fábricas de hormigón cubiertas de grafitis simulan un campo de batalla. Los hombres son demasiado mayores para firmar contratos formales, pero los instructores militares no los rechazan.

“No creo que los rusos nos invadan ahora gracias a que nuestros aliados occidentales nos han dado armas”, dice Vasyl Nazarov, de 61 años, durante una pausa en la que se agacha en el hielo y gira de un lado a otro para entrenar su arma contra un enemigo imaginario.

Es su primera sesión, así que su “arma” es un recorte de madera por ahora.

“No creo que lleguen a Kiev, pero tenemos que estar preparados para ello”, añade Vasyl.

“Creo que la amenaza de Occidente de imponer sanciones terribles detendrá a Putin”, coincide Serhiy Kalinin, arrojando una colilla a un montón de nieve.

Hace unas décadas que este hombre de 64 años terminó su servicio militar obligatorio, así que quería un curso de repaso.

“El enemigo está en nuestra frontera”, dice. “Así que todo el mundo debería estar preparado”.

En el canal de televisión privado Priamyi, el despliegue de unos 100.000 soldados rusos en su frontera con Ucrania se ha convertido en el “tema número uno”.

El presentador Taras Berezovets describe al presidente ruso como “imprevisible” y le preocupa la “idea fija” de Putin de que Ucrania nunca ha sido una nación soberana.

“Putin quiere impedir que una nación tome su propia decisión, como hicieron los líderes soviéticos en Europa del Este durante décadas”, afirma el periodista.

Su propia biografía capta parte de la complejidad de este conflicto: su primera lengua es el ruso, ya que es originario de Crimea, que Rusia anexionó ilegalmente de Ucrania a raíz de las protestas masivas de 2014 para exigir un acercamiento a Europa.

Pero el Sr. Berezovets dice que sus raíces no lo hacen pro-Moscú, ni parte de un supuesto “mundo ruso”.

“Hicimos nuestra elección en 2014 y está claro: no queremos formar parte del ‘imperio’ ruso”, dice con firmeza. “Aunque no haya posibilidad de entrar en la UE o en la OTAN, nuestro objetivo es formar parte de la civilización occidental, lo que significa Estado de Derecho, libertad de expresión. Son cosas por las que los ucranianos están dispuestos a luchar”.

A pesar de los informes de los servicios de inteligencia occidentales, Dmytro Dubas y sus amigos no tienen la sensación de que una lucha total por el futuro de Ucrania esté a la vuelta de la esquina.

Los veteranos han hecho planes para poner a sus familias a salvo, por si acaso, y han acordado dónde se reunirán los combatientes y cómo se armarán.

Pero hecho esto, están centrados en los negocios como siempre, no en una amenaza externa con la que tienen que vivir a largo plazo y en fuerzas geopolíticas que no pueden controlar.

“Es famoso el dicho de que el mayor dolor de cabeza de Ucrania es estar al lado de Rusia”, se encoge de hombros Dmytro, en una reunión de amigos y colegas cercanos en su cocina.

Un veterano voluntario le cuenta un montón de crisis que su país ya ha visto y a las que ha sobrevivido: desde la catástrofe nuclear de Chernóbil en 1986 hasta dos revoluciones y la guerra en el este.

“En Ucrania es normal que todo alrededor esté en llamas”, sonríe Artem.

“Si piensas en la guerra cada hora de cada día te vuelves loco”, coincide otra amiga, Yuliia.

“Al fin y al cabo, no podemos coger a Rusia y trasladarla, por mucho que nos guste. Es nuestro vecino y tenemos que vivir con ello”.

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